. ¿Como sabemos si uno de los "Santos Lugares" es cierto históricamenrte?
. Es hora de volver a Galilea
. El Monte de los Olivos, memoria de Jesús de Nazaret
. La Iglesia del Santo Sepulcro, un encuentro con los orígenes
. Magdala: la ciudad natal de María Magdalena...
. Herodion: la tumba de Herodes el Grande
. ¿Estuvo Jesús en Séforis?
. Lugar que inspiró la parábola "El buen samaritano"
. La fuente de la Virgen
. "Señor, hemos venido"
Por Javier González
Cuenta el historiador Flavio Josefo que el lugar donde había un pequeño puerto fenicio que databa del siglo III o IV a. C. fue el elegido por el Rey Herodes el Grande para construir la ciudad de Cesarea. No podía hacerlo en la Bahía de Haifa, más al norte y sede del actual puerto más importante de Israel porque no formaba parte de sus dominios.
Se construyó a finales del siglo I a. C. y fue llamada así en honor a su patrón político, el Cesar Octavio Augusto. Geográficamente su situación fue en la costa del mar Mediterráneo, a 51 Km al norte de Jope, y a unos 96 Km. al noroeste de Jerusalén.
Herodes convirtió la ciudad en la capital romana de Judea y mandó edificar los monumentos típicos de las urbes romanas, baños públicos, templos… e incluyó los destinados a espectáculos públicos como un hipódromo, un teatro, un anfiteatro o un circo. De igual forma contaba con un acueducto que abastecía de agua a la población, agua que traía desde el Monte Carmelo situado a 9 kms. al noroeste de Cesárea. Cuando la ciudad creció fue ampliado con un canal doble. En algunas secciones estaba sostenido por hileras de arcos y posteriormente cruzaba las lomas paralelas a la costa a través de un túnel.
Dominaba el horizonte un grandioso templo que se elevaba hacia el puerto sobre un alto podio dedicado a Roma y Augusto. En el sur construyó su palacio que colgaba directamente sobre el mar. Pero sin duda el edificio más asombroso era el puerto. Con un muelle que se adentraba más de quinientos metros hacia el mar, era el puerto más grande de la época en todo el este del Mediterráneo. Pero lo sorprendente no era sólo su tamaño sino el hecho de no estar basado en una bahía natural, ya que la construcción fue artificial.
Estaba tan bien edificada y planificada que era conocida como “la pequeña Roma”.
En el 6 a. C. la ciudad se convirtió en la sede de los procuradores romanos de Judea y de los cuarteles de la X Legión romana. Desde el principio logró una gran prosperidad que se incrementó en siglos posteriores convirtiéndose en una de las urbes principales del Oriente romano.
Tras la revuelta judía en el siglo I d. C. en la que los judíos se sublevaron sin éxito contra los romanos, miles de prisioneros fueron ejecutados en el anfiteatro. Casi setenta años más tarde, los romanos sofocaron la rebelión de Bar Kojba, nuevamente el anfiteatro fue escenario de crueldad, allí se torturó públicamente a sabios judíos.
En el año 640 la ciudad fue tomada por los árabes cayendo más tarde en el abandono.
Los cruzados, en 1 101 arrebataron la ciudad a los musulmanes. Paso de unas manos a otras en cuatro ocasiones hasta que en 1 251 fue tomada por el rey Luis IX de Francia. En ese mismo año se levantaron las fortificaciones que se aprecian hoy en día.
Las dunas del desierto hicieron presa a las ruinas de la ciudad hasta que en 1 878 los turcos instalaron allí a un grupo de refugiados musulmanes de Bosnia. La guerra en 1948 provocó su expulsión.
En 1.960, la expedición Link a Israel exploró el plano del gran puerto construido por Herodes el Grande y las exploraciones submarinas realizadas contribuyeron a confirmar la descripción de Josefo del enorme y grandioso puerto de Cesarea.
La referencia cristiana de la ciudad se muestra en los Hechos de los apóstoles, el cristianismo entró en Cesarea con Felipe el Diácono, que, posteriormente, adquirió una casa en el lugar y acogió en ella a Pablo de Tarso. En esta ciudad fue donde el apóstol Pedro bautizó al centurión Cornelio y a todos los miembros de su casa. Esta fue la primera vez que el bautismo fue administrado a los gentiles (no judíos). Cuando Pablo, que se había convertido al cristianismo, estuvo perseguido por las autoridades en Jerusalén, los cristianos lo acompañaron a Cesarea y, desde ahí, le facilitaron un viaje a su ciudad natal, Tarso. Pablo visitó Cesarea durante su segundo y su tercer viaje como misionero, estuvo varios días con Felipe el Diácono. Posteriormente, fue hecho prisionero durante dos días y luego, desde allí, fue enviado a Roma.
Poncio Pilato, prefecto de Judea, tuvo su residencia oficial en el palacio de Herodes, desplazándose a Jerusalén para resolver asuntos propios de su cargo. Como prefecto le correspondía mantener el orden en la provincia y administrarla judicial y económicamente. Por tanto, debía estar al frente del sistema judicial (y así consta que lo hizo en el proceso de Jesús) y recabar tributos e impuestos para suplir las necesidades de la provincia y de Roma. Ha pasado a la historia por haber sido quien ordenó la ejecución de Jesús de Nazaret; irónicamente, con ello su nombre entró en el símbolo de fe cristiana: “Padeció bajo Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado…”.
Hoy día esta ciudad recibe el nombre de Caiseri. Y es aquí en donde comenzó la peregrinación a Tierra Santa un entusiasta grupo de peregrinos no ha mucho tiempo….
Cuatro son los criterios que se suelen tener en cuenta para confirmar la veracidad histórica de los lugares que contemplamos en el itinerario de nuestras peregrinaciones:
· La tradición
· La confirmación de los bizantinos
· Los escritos de peregrinos en el siglo IV
· Los trabajos arqueológicos, que ratifican los lugares marcados por la tradición,
La tradición. Pronto, tras la resurrección, los cristianos, judíos en su mayoría, fueron a visitar y rezar a los lugares en los que vivió o fueron importantes en la vida de Jesús. Querían conocerlos y sentirse más cerca del Maestro. Más aún, allí empezaron a bautizar y a celebrar la eucaristía. Es el caso de la iglesia de la Anunciación en Nazaret; la casa de San José en Nazaret; la casa de Pedro en Cafarnaún; el Cenáculo; la zona del Santo Sepulcro; el entorno del pozo en que Jesús se encontró con la samaritana en Siquén…
En el año 70, tras la Primera Revuelta Judía, los romanos destruyen Jerusalén y los cristianos huyen de Tierra Santa. Van hacia Pella, en Jordania. En las primeras décadas del siglo I, tras la Segunda Revuelta Judía, Adriano convierte Jerusalén en una provincia romana -Aelia Capitolina, la llamó-. No permite que ningún judío o judío-cristiano viva allí. Más, construye un templo a Venus en el lugar Santo Sepulcro. Los cristianos ya no podrán visitar los Santos Lugares hasta el siglo IV en que Constantino I declara el cristianismo como la religión oficial del imperio romano. No los olvidarán, sin embargo. Algunos incluso los visitaran clandestinamente, afrontando persecuciones o muerte.
Durante dos siglos los Santos Lugares van a permanecer abandonados, en un constante deterioro. El obispo de Jerusalén, Macario, en 325 informa a la emperatriz Helena, madre del Constantino que “los Santos Lugares están muy abandonaos”, y le pide ayuda para su reconstrucción. Saben dónde están. No los han olvidado.
Los cristianos de Bizancio. Tras la declaración del cristianismo como religión oficial en el siglo IV, se empiezan a buscar y reconstruir los rincones en los que se desarrolló la vida, Pasión y muerte de Jesús; se destruye el Templo de Adriano a Venus; se marca el lugar exacto de la crucifixión y del enterramiento de Jesús; nacen monasterios masculinos y femeninos en el Monte de los Olivos; se construye la Basílica del Santo Sepulcro y la Iglesia de la Natividad en Belén…
Peregrinos de distintas nacionalidades, orígenes y credos visitan los Lugares Santos en las primeras décadas del siglo IV. Dejarán detalladas informaciones de los espacios visitados. Del año 333 data una de las descripciones más antigua, conocida como “Anónimo Burgalense”, obra escrita por un peregrino anónimo de Burdeos. La peregrina, quizás más conocida, es Egeria, abadesa de un convento gallego, se cree, emparentada con la realeza, lo que posibilitó a una mujer entre 381 y 384 recorrer sin peligro Jerusalén, Palestina, Jordania, Mesopotamia, Egipto y Constantinopla para contar a sus monjas, en su libro “Itinerario de Egeria” su recorrido por los lugares sagrados del Nuevo y Antiguo Testamento. También se conservan escritos de otras peregrinas como Poemenia, emparentada con el emperador Teodosio, y probablemente de origen hispano; y de Paula de Roma, Melania la Mayor y Melania la Joven, tres mujeres de la nobleza romana que renunciaron a sus riquezas y adoptaron una forma de vida ascética en el país del Señor. A diferencia de Egeria, fueron sus biógrafos quienes describieron los recorridos y las etapas de sus viajes por Tierra Santa.
Los trabajos arqueológicos ratifican los lugares marcados por la tradición. Durante los siglos XX y XXI se han realizado numerosos estudios arqueológicos de los lugares bíblicos, especialmente de aquellos referidos a Jesús y los evangelios. La arqueología, ciencia que aspira a estudiar la historia a partir de los vestigios de una cultura y que nace aproximadamente a finales del siglo XIX, está posibilitando acercarnos cada vez más al Jesús histórico y a la veracidad de los evangelios. Está permitiendo confirmar científicamente muchos de los lugares que la tradición refería a Jesús y los evangelios. Los trabajos en Cafarnaun, en la iglesia de Galicantum donde se han hallado las escaleras de acceso al Palacio de Caifás, los grafiti del siglo I hallados en la Iglesia de la Anunciación con la alabanza “Xaipe Maria” y en la casa de Pedro en Cafarnaum con el nombre de “Petrus”, las minuciosos estudios realizados en la Basílica del Santo Sepulcro, la sinagoga de Magdala, los papiros de Qumran… son algunos ejemplos de lo mucho que está aportando la arqueología.
En esta misma sección “Amigos de Tierra Santa”, en el apartado “Peregrinación a Tierra Santa”, hemos publicado un video sobre los diez hallazgos arqueológicos más importantes sobre los evangelios en los últimos años. Lo recomendamos encarecidamente.
Por Teodoro Barriuso
Cuando la Unión Europea está empeñada en arrancar nuestras raíces cristianas tan enraizadas durante tantos siglos de historia, es hora de ponernos en marcha, de peregrinar a nuestros orígenes, de volver a Galilea, a orillas del lago, donde empezó todo, donde surgió lo más esencial de nuestra fe.
Visitar el lago, en el que Jesús conoció a Pedro y a otros discípulos, descubrir Cafarnaún, “la ciudad de Jesús”, entrar en la sinagoga donde inició su ministerio y preparó su primera comunidad, nos va a permitir sumergirnos en el misterio que cambió el curso de la historia, revivir los acontecimientos más importantes del paso del Hijo de Dios por la Tierra y sentir una de las más maravillosas experiencias que puede recibir el alma humana: reencontrarnos con Jesús.
Merece la pena ver con los ojos, los sentidos y, sobre todo, con un corazón receptivo, cómo, en las riberas del lago, todo cobra vida, mediante la contemplación serena y emocionada de los lugares que cobijaron al que sació a una multitud con cinco panes y dos peces, al que en sus colinas predicó las bienaventuranzas, al que en un monte se transfiguró ante sus predilectos. Todo está allí, a orillas del lago.
Pero esta peregrinación, no concluye con el entorno del lago y el resto del itinerario, porque al regresar, experimentaremos un cambio, una conversión, una transformación en el corazón, que nos ayudará a entender mejor el mensaje evangélico, a recargar energías y recobrar el vigor que nos impulse a hacer presente en nuestra vida diaria la buena noticia que Él nos dejó, con el mismo gozo y alegría que lo hicieron los discípulos tras recibir el Espíritu Santo.
Estamos en deuda con Jesús, no lo olvidemos, somos sus sucesores, y hemos sido llamados en este tiempo convulso que vivimos, a recobrar nuestras raíces. Allí nos espera. A orillas del lago. Es hora de volver a Galilea.
Por Marga López Azkona
Hace muchos años que deseaba ir a Jerusalén, la ciudad de la paz, para conocer la tierra en la que vivió Jesús. Intuía que íbamos a percibir grandes contrastes en un lugar amado por tantas personas diferentes y, sin embargo, tan conflictivo a lo largo de la historia.
El primer día, recorrimos sus calles de noche reconociendo cada rincón, absorbiendo la historia del lugar mientras paseábamos por los diferentes barrios observando el vaivén de sus habitantes.
Al día siguiente, pudimos contemplar su esplendor desde la cima del monte de los Olivos comenzando el descenso desde el mismo lugar en el que Jesús inició el camino sobre un borrico, aclamado con ramos por la multitud, para llegar a la ciudad santa.
Desde allí, fuimos a la basílica del “Pater Noster” donde una comunidad de carmelitas descalzas se dedica a la oración. En los muros del claustro y de los corredores cercanos puede leerse el “Padre Nuestro” en 167 idiomas. Bajamos a la cripta que está bajo el presbiterio donde rezamos con muchísima emoción conectando desde la raíz con todo el proceso histórico vivido.
Nos dirigimos al “Dominus Flevit” (“El Señor lloró”) después de haber disfrutado de la espectacular panorámica que se extendía ante nuestros ojos, incluido el cementerio judío que llega hasta el fondo del Cedrón.
Atravesando el jardín llegamos a la capilla construida sobre las ruinas de otra bizantina. Allí, me senté a dos metros del grupo junto al árbol que tiene la estrella de Belén entre sus ramas, reflexionando sobre el origen de todos los conflictos en aquella tierra; y, después, recordando las amargas lágrimas de Jesús por el futuro de aquel pueblo tan amado, hice una pequeña meditación orando por la Paz en el mundo.
Continuamos el descenso hasta el huerto de Getsemaní (prensa de aceite) junto a la basílica de la Agonía con sus olivos milenarios que nos situó en las horas angustiosas de la noche de la pasión. Quizás, buscando silencio y recogimiento, entré en el interior de la iglesia, acercándome hasta el altar donde un grupo de peregrinos etíopes se arrodillaba y besaba la roca de la agonía.
Regresé al Huerto de los Olivos, admirando su belleza mientras leía un pequeño fragmento escrito por una amiga en mi diario: “El amor y la paz van unidas. Si hay amor puro incondicional en nuestro corazón, la paz se verá reflejada en nuestros actos”.
La iglesia del Santo Sepulcro, también llamada la iglesia de la Resurrección, es para los cristianos el santuario por excelencia de la cristiandad. Por dos motivos.
Primero: En su interior se encuentra el Gólgota o Calvario, espacio en el que tuvo lugar la Crucifixión; el Edículo donde se halla el Sepulcro de Jesús; y la piedra donde la tradición señala que fue ungido antes de ser sepultado, según es costumbre entre los judíos.
Todos ellos originariamente a pocos metros de distancia.
Segundo: Millones de cristianos, Papas y santos, no canonizados o canonizados, -como San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier - han visitado el lugar desde el siglo IV. Uno se siente “Iglesia”, parte del grupo de discípulos que ha bebido de las palabras y hechos de Jesús a través de los siglos.
Visitado desde los primeros días
El lugar de la crucifixión y enterramiento de Jesús fue visitado por sus discípulos desde los inicios del movimiento cristiano.
Hacia en el año 135, Adriano, que convirtió Jerusalén en una provincia romana y la llamó Aelia capitolina, prohibió la visita al lugar a todos los semitas -los cristianos en el momento eran aún judíos- y en el lugar levantó un templo a Venus. Quería hacer un enclave de adoración a dioses greco-romanos. Durante doscientos años los cristianos no pudieron visitar el lugar. No lo olvidaron sin embargo.
En el año 326 Constantino I construyó el Templo del Santo Sepulcro en el mismo lugar en que Adriano, tratando de hacer desaparecer el movimiento cristiano, había erigido el templo pagano. Se lo había pedido su madre, la emperatriz Elena, a quien el obispo de Jerusalén le informó del lamentable estado en que se encontraban los lugares santos, descritos en los evangelios.
Capillas y rincones de devoción
En el la iglesia del Santo Sepulcro se pueden visitar, además del Gólgota, la piedra de la Unción y el Sepulcro, capillas y rincones de devoción, sin más, de las diversas confesiones que regentan el templo. Merece la pena la capilla de los PP. Franciscanos a quienes en 1342 el Papa les nombró “Guardianes de los Santos Lugares”, en representación de la iglesia católica; la capilla de Santa Elena y la capilla de los armenios, habitualmente cerrada. (Véase el artículo “Señor hemos venido”)
Curiosidades
El templo es propiedad o se encuentra bajo la custodia de diversas confesiones cristianas: católicos, griego-ortodoxos, armenios, siriacos, etíopes y coptos.
Curioso, por otra parte. Dos familias de musulmanes son las propietarias de la llave de acceso a la iglesia o de abrir y cerrar su puerta cada día.
Los Al Husseni, son los dueños de la única llave. Recibieron la encomienda de Saladino, el sultán que arrebató Jerusalén a las Cruzados en 1187. Saladino quería asegurarse de que la iglesia no fuera dañada por otros musulmanes. La familia de Nuseibeh es la encargada de abrir y de cerrar la puerta de la iglesia.Cada mañana y cada anochecer miembros de las dos familias -o un representante designado por ellos- están presentes para lo que se ha convertido en un acto ceremonial.
Magdala, conocida como la patria de María Magdalena, a cinco kilómetros de Cafarnaún, el pueblo más grande de la orilla del Lago hasta que Herodes Antipas construyó Tiberíades en el año 20, está de moda. Los arqueólogos hallaron en 2009 una sinagoga del siglo I, una de las siete que se sabe que existían en la época del Segundo Templo, y la primera en ser encontrada en la región de Galilea. Es también la primera sinagoga encontrada de los tiempos de Jesús. De lo que se puede deducir que Jesús, “que recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas” (Mt. 4,23), estuvo y predicó en ella. De hecho, monedas encontradas en una sala de la sinagoga están datadas en el año 29, cuando Jesús estaba aún vivo.
La sinagoga estuvo activa hasta el año 67 d. C. Por lo cual a ella, según señalan los arqueólogos, acudieron a rezar judíos ortodoxos y judíos ya seguidores de Jesús,. “Entre los judíos que la frecuentaban habría discípulos de Jesús, que aún no se habían separado de los judíos, y por esta razón la sinagoga es también una especie de ‘icono’ de lo que nos une”, dice el padre Kelly.
Por otra parte se ha descubierto en la sinagoga la llamada “Piedra de Magdala”, considerada como uno de los mayores descubrimientos de los últimos 50 años. En dicha piedra está grabada la Menorah más antigua encontrada hasta ahora.
Además, la excavación sacó a la luz tres baños de purificación, mercados, áreas residenciales, miles de monedas del siglo I, mucha cerámica de la época, y una espada romana en su vaina.
Magdala fue la patria de María Magdalena, discípula de Jesús desde los comienzos Galilea y acompañó a Jesús hasta el Gólgota. Es la mujer más citada en los evangelios y siempre en primer logar con relación a otras discípulas. Presenció la crucifixión y sepultura de Jesús y fue primera en ver a Jesús resucitado y recibir la encomienda de ir al Cenáculo a anunciar la resurrección a los discípulos. Ocupó un importante papel en las primeras comunidades. Aunque posteriormente, como mujer, pasara a un segundo lugar en la Iglesia oficial, siguió siendo altamente considerada en las comunidades cristianas, especialmente en las gnósticas, y muy citada en los evangelios apócrifos.
Magdala fue también el lugar de residencia del líder Judío, Yosef ben Matityahu conocido posteriormente en la historia romana como Flavio Josefo, quien ocupó el cargo de gobernador de Galilea durante el tiempo de la Gran Revuelta Judía (66-73 d.C.) y durante su mandato erigió una barricada de defensa alrededor de la ciudad. Según sus narraciones durante la Gran Revuelta Judía Magdala se habría convertido en un lugar de concentración de rebeldes judíos que luchaban contra Roma.
En el año 67 d. C. el ejército romano dirigido por Vespasiano sitió la ciudad, fue conquistada y muchos de los rebeldes huyeron en embarcaciones a través del lago de Galilea, otros muchos perecieron en enfrentamientos marítimos con el ejército romano. El resto de los habitantes que permanecieron en Magdala fueron ejecutados o convertidos en esclavos. Magdala nunca más fue reconstruida.
En la actualidad en Magdala se construye un centro residencial para peregrinos, “Magdala Center”, del que resaltamos su iglesia, de gran belleza.
Por Jesús Marcaida
Herodes fue un rey cruel que no le tembló la mano a la hora de asesinar a varios miembros de su propia familia sospechando que conspiraban contra él. Aunque fue muy odiado por su propio pueblo, también es cierto que fue el mayor constructor de toda la historia de Israel.
Los últimos años del reinado de Herodes fueron particularmente convulsos. Fue en esta etapa cuando decidió construir un complejo palacial que a su vez le sirviera como lugar de enterramiento. Pretendía que la construcción estuviera a la atura del carácter que él mismo se atribuía como gobernante. Y a fe que lo consiguió, ya que la tumba de Herodes es uno de los monumentos funerarios más espectaculares que conservamos de la antigüedad.
El Palacio-Fortaleza
Herodes eligió una colina, a unos 5 km de la ciudad de Belén, para erigir este palacio-fortaleza al que le puso el nombre de Herodion.
Mandó eliminar la parte superior de la colina, excavó en ella y construyó un espléndido palacio circular con cuatro torres. La mayor de ellas debía de servir de refugio al monarca y las otras tres albergaban las zonas de servicio. Disponía de zonas de ocio, un jardín porticado dentro de la propia colina, baños, termas y biblioteca, que convertían a este palacio en un lugar seguro y confortable.
El complejo contaba además con un teatro a los pies de la colina con una capacidad para 450 personas.
En la parte inferior, Herodes mandó construir un extraordinario jardín-palacio que servía para alojar a los funcionarios reales.
Pero si resultaba espectacular la obra exterior, no lo era menos la obra de ingeniería de su interior. Todo el subsuelo de la colina es un gran queso gruyere lleno de cisternas que conectaban con los acuíferos de la zona. Todas ellas estaban interconectadas entre sí por una red de más de 300 m de túneles. El palacio superior también disponía de aljibes para la recogida de las aguas pluviales.
La Tumba de Herodes
Sabemos por Flavio Josefo, el gran historiador judío de la época, que Herodes había construido su monumento funerario en el Herodion pero no fue hasta el año 2007 cuando un equipo de arqueólogos de la Universidad Hebrea de Jerusalén localizó su tumba. También descubrieron una espectacular escalinata monumental de piedra blanca, de más de 6 m de anchura, que salía del palacio superior y recorría toda la colina hasta el complejo palacial inferior.
Esta escalera, también conducía al mausoleo de Herodes, situado en un lateral hacia la mitad de la colina, fue especialmente diseñada para la procesión funeraria.
Muerte de Herodes
Herodes sufría de bastantes enfermedades de piel y al final de su vida parece ser que debía presentar un aspecto bastante lamentable. Aunque se bañaba frecuentemente en el Mar Muerto no lograba mejorar. Flavio Josefo nos narra lo siguiente:
"(La enfermedad) se adueñó de todo su cuerpo con múltiples dolores. La fiebre no era alta pero tenía un picor insoportable por toda la piel, dolores continuos en el intestino, una inflamación en los pies como la de un hidrópico, el vientre hinchado y una gangrena en su pene que producía gusanos.
Herodes quería que a su muerte un gran lamento llenase el país:
"Reunió a los personajes más destacados de cada una de las aldeas de toda Judea y ordenó encerrarlos en el hipódromo. Llamó a su hermana Salomé y a su marido y les dijo: "sé que los judíos van a celebrar con una fiesta mi muerte; sin embargo, podré ser llorado por otros motivos y podré tener un brillante funeral, si vosotros atendéis mis recomendaciones. En cuanto yo muera enviad a los soldados contra estos hombres que están aquí guardados y matadlos, para que así toda Judea y todas las familias lloren a la fuerza por mí". (Flavio Josefo).
Por suerte para ellos, su hermana Salomé no cumplió sus órdenes.
Herodes el Grande murió en Jericó y su cadáver fue trasladado hasta el Herodion, donde fue enterrado.
La Primera Revuelta Judía
Durante la Primera Gran Revuelta, los judíos contaron con una base en el Herodion, donde construyeron una sinagoga, aún visible. El Herodion constituyó uno de los tres bastiones rebeldes existentes, junto con Masada y Maqueronte.
Tras la caída de Jerusalén en el año 70 d.C., el Herodion fue conquistado y destruido por los romanos un año después.
El odio de los judíos hacia Herodes era tan profundo que, incluso 70 años después de su muerte, aún seguía vivo de forma que cuando las tropas rebeldes judías en su guerra contra los romanos ocuparon el Herodion, destruyeron su sarcófago en cientos de pedazos a golpe de maza. Quizá, incluso, esparcieron sus restos ya que del cadáver no queda ni rastro.
La Segunda Revuelta Judía
Durante la segunda guerra romano-judía, sesenta años después, las tropas rebeldes judías de Simon Bar Kochba se asentaron en el Herodion convirtiéndose en el segundo cuartel general de los rebeldes. Finalmente, 3 años después las legiones romanas disolvieron la revuelta.
El final del Herodion
La fortaleza quedó abandonada hasta que en el siglo V fue convertida en un monasterio cristiano. Posteriormente, durante la conquista árabe 2 siglos más tarde, la fortaleza ya se encontraba en ruinas y en muchas ocasiones fue ocupada por beduinos.
Séforis, que fuera capital de Galilea hasta el año 20 d. c., a seis kilómetros de Nazaret, y la ciudad más importante del entorno, no aparece en el Nuevo Testamento, pero es muy probable que Jesús la visitara muchas veces y que, incluso, trabajara con su padre y los vecinos de Nazaret en su reconstrucción. Así lo consideran los expertos en estudios bíblicos.
Desde la llegada al poder de Herodes Antipas en el año 4 a. c. hasta el año veinte en que la trasladó a Tiberiades, en honor al emperador Tiberio, fue la capital de Galilea, la capital de su gobierno y lugar de su residencia.
Habitada en el momento por una amplia comunidad de judíos ortodoxos, se reveló contra Roma y fue destruida. Herodes Antipas inicio su reconstrucción
Los expertos en los evangelios señalan que lo normal es que Jesús y su padre se trasladaran a pie a trabajar al lugar, así como la mayoría de los hombres de Nazaret y del entorno. Nazaret, una aldea de poca importancia, no podía ofrecer trabajo para todos sus habitantes.
Existe también la creencia de que los padres de María, Ana y Joaquín, fueron nativos de Séforis. Por ello en la época de las cruzadas se erigió una iglesia dedicada a ellos en las afueras de la antigua ciudad, en la actualidad propiedad de los franciscanos.
Si bien se rebeló contra Roma en tiempos de Herodes el Grande no lo hizo en la revuelta que acabó con la destrucción del templo en el año 70. Ello permitió que no fuera de nuevo destruida.
Las investigaciones arqueológicas, iniciadas en 1931 y que continuaron durante todo el siglo, han hallado una bella ciudad romana y un coqueto teatro, con un aforo para 4.500, quizás comenzado por Herodes Antipas y en el que quizás trabajara Jesús.
El encuentro de diversas culturas que se sucedieron en los siglos siguientes, por su parte, han hecho que hoy, en Séforis, se puedan visitar, además, sinagogas, palacios, fortalezas, iglesias y sobre todo bellos mosaicos en casas romanas del siglo III y IV, sobre todo la del mosaico de la llamada “Mona Lisa” de Galilea.
Las parábolas de Jesús son sencillas historias con la finalidad de transmitir una enseñanza del modo comprensible y fácil de recordar. No son relatos de ficción, sino narraciones tomadas de la vida ordinaria, de la experiencia vivida en Nazaret, en el contacto con la gente.
Una de las parábolas más bellas y conocidas es la llamada de El Buen Samaritano. Se considera una de las parábolas más realistas y mejor construidas. Algunos la califican como una de las joyas de la literatura universal. ¿Dónde se inspiró Jesús para su creación?
Jesús se inspiró en el duro y solitario desierto de Judá que se puede contemplar al subir desde Jericó a Jerusalén o al bajar desde la capital israelita a la ciudad de las palmeras. Es notorio el peligro y la dificultad que caracteriza el camino. Las imágenes que ilustran este artículo nos lo muestran. En nuestra peregrinación contemplaremos el lugar y leeremos allí la parábola.
Próximo a este paraje, se encuentra el monasterio ortodoxo de San Jorge de Coziba, original del siglo IV, floreciente el VI y reconstruido en el XVIII. En la actualidad lo habita una comunidad de monjes griegos y se accede a él por un puente peatonal.
En el siglo IV y V, tras oficializar Constantino I el cristianismo en el 313, en el Edicto de Milán, como la religión del Imperio Romano, toda Judea se llenó de monasterios de hombres y mujeres que querían vivir conforme al estilo de Jesús y próximos a los Lugares Santos. Incluso en el Monte de los Olivos hubo varios monasterios. Todavía se puede ver algunos de ellos.
Emociona llegar a Nazaret y encontrarse con la llamada “Fuente de la Virgen”, “Fuente de la señora María”, que dicen los árabes.
Aquí acudirían diariamente Jesús y la Virgen a extraer el agua que todavía brota del manantial situado en la pequeña iglesia de San Gabriel, de los ortodoxos griegos.
Desde “la Fuente de la Virgen” hasta la iglesia de la Anunciación iba el Nazaret del siglo I, una pequeña aldea de trecientos habitantes, de la que nunca se habla en la Biblia; un puñado de cuevas naturales desperdigadas en diferentes niveles sobre la pendiente de la colina; muros pobremente enyesados apoyados sobre rocas. Grutas transformadas en almacenes.
“¿Y de Nazaret puede salir algo bueno?” En Nazaret vivió durante casi treinta años vivió la Sagrada Familia. Emociona encontrarse en esta pequeña aldea, hoy una gran ciudad de palestinos, que, sin embargo, sigue siendo Nazaret. Así como nosotros somos los mismos de pequeños y de mayores -nuestro yo permanece-, igualmente Nazaret, pequeña o gran ciudad, sigue siendo Nazaret, el lugar en que creció y vivió Jesús, el Maestro.
En la capilla de los cristianos armenios, en la iglesia de Santo Sepulcro, se descubrió en 1971 un dibujo, una reliquia -la consideran algunos- que pocos tienen el privilegio de ver, ya que el recinto permanece cerrado a cal y canto. Sólo algunos, como los peregrinos del Corpus Christi, de Bilbao, tienen pueden contemplarlo en vivo, gracias a una ayuda especial del superior de los armenios.
Se trata de un barco dibujado en la pared de lo que fuera el monte del calvario con una inscripción escrita en latín: “Domine ivimus” “Señor, hemos venido”.
La inscripción, se cree que es del siglo II, cuando el emperador romano Adriano expulsó de Palestina a los judíos y cristianos -los consideraba como una secta de los judíos- y la convirtió en una ciudad romana más, bajo el nombre de “Aelia capitolina”.
Fue en ese momento, cuando transformó la zona de la crucifixión y del sepulcro de Jesús, a la que acudían los cristianos desde los primeros días de la cristiandad, en un templo romano, presidido por la diosa Venus.
Ello hizo que el lugar estuviera prohibido e inaccesible a los cristianos, que, sin embargo, nunca olvidaron que “ese” era el lugar en el que había sido crucificado Jesús de Nazaret.
Parece ser, en consecuencia, que alguno o algunos peregrinos provenientes de Roma non pudieron entrar al templo de Venus y dibujaron, en el exterior, en la roca del calvario, el barco en que se acercaron a las costas palestinas. Así lo sugieren los arqueólogos.
La piedra en la que está el dibujo es, por otra parte, del tiempo en que Adriano construyó su templo, y hasta pudiera haber formado parte de la fundamentación. También parece ser que el modelo de barco usado en la primera y segunda parte del siglo II era similar al dibujado. Más aún, los primeros cristianos a menudo utilizaban el barco como símbolo de su fe.
Muchos datos que expresan la importancia del hallazgo.
La capilla de San Vertán, de los armenios, que así se llama, tiene también, un gran interés por los baptisterios excavados a la entrada del lugar donde esta ubicado el barco, y que fueron utilizados por los primeros cristianos en sus bautizos por inmersión. Incluso, se puede contemplar con emoción gran parte del monte en el que estuvo clavada la Cruz.